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RENUNCIA Y ENTREGA

aferrarse

Filipenses 2:3  “Nada hagáis por contienda o por vanagloria;  antes bien con humildad,  estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros.”

Renunciar a mis derechos significa que dejo de preocuparme por mi comodidad y voluntariamente  permito que otro lo tome. Que lo que yo pienso que es mi derecho se lo cedo a otro sin reclamar y pensando en su bienestar y no en el mio solamente.

El mejor ejemplo que tenemos es Jesús, el cual renunció a su derecho de usar sus atributos de Dios para sí mismo, sino que siempre los usó para otros.

Filipenses 2:5-8 “ Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual,  siendo en forma de Dios,  no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo,  hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz.”

Jesús renunció a sus derechos, obedeció al Padre y esto solo para nuestro beneficio, lo cual lo dejaría satisfecho.

Isaías 53:11  “Verá el fruto de la aflicción de su alma,  y quedará satisfecho;  por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos,  y llevará las iniquidades de ellos.”

A Jesús le importaba obedecer al Padre, porque esto resultaría en nuestra salvación.

Pablo, siguiendo el ejemplo de Jesús hizo lo mismo. Renunció al sustento, el cuidado, y hasta ciertas comidas por amor a los hermanos.

1Corintios 8:13 “Por lo cual,  si la comida le es a mi hermano ocasión de caer,  no comeré carne jamás,  para no poner tropiezo a mi hermano.”

También Timoteo siguiendo el ejemplo de Pablo manifestó el mismo sentir y Pablo lo consideró para el servicio.

Filipenses  2:19-21 “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo,  para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo,  y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio,  no lo que es de Cristo Jesús.”

La renuncia debe hacerse por amor, no por resignación, no es darme por vencido en cuanto a algo que quería. Es dejar de luchar por aquello que anhelo o es importante para mí, para comenzar a preocuparme por las cosas que otros anhelan. Debo ser un pacificador, un dador, alguien que resuelva problemas para otros.

Muchas veces la renuncia duele y es porque va en contra de nuestra naturaleza egoísta y de lo que el mundo aboga como correcto. El mundo dice que debemos luchar por nuestros derechos. La palabra de Dios dice que debemos renunciar a nuestros derechos y no pelear por ellos.

La renuncia la podemos aplicar en todas las áreas de nuestra vida; familia, trabajo, estudios, ministerio, iglesia, amistades, en el viaje, etc.

Muchas veces debemos ceder solo porque Cristo lo hizo, Él fue nuestro mayor ejemplo de renuncia y entrega. Él renunció a sus derechos y entrego su vida.

¿Qué es lo más grande a lo que podemos renunciar? o ¿qué es lo más valioso que podemos entregar? No creo que tengamos más derechos que Cristo, ni que podamos dar algo más valioso que nuestra propia vida.

Imagina que tienes algo en tus manos que lo quieres tanto y que no lo quieres soltar, pero que al pasar el tiempo comienzas a sentir tus manos acalambradas, tu espalda y cuello comienzan a ponerse tensos y el dolor aumentar considerablemente. ¿Qué es lo que deberías hacer para que termine el dolor? Obvio, soltar aquello a lo que te estas aferrando y entregarlo. Es la única forma en la que nos podremos hacer libres de aquellas cosas que nos impiden ser de bendición a otras personas. Que bueno que Cristo no hizo eso, ¿te imaginas que hubiera actuado así para entregarnos la salvación y que hubiera discutido con el Padre reclamando sus derechos?

Si estás luchando con algo en tu mente y corazón, por favor suéltalo. Déjalo en las manos de Dios y Él te dará la gracia y la paz que necesitas y que solo puede venir de Él.

Yo mismo espero aprender esta lección y aplicarla a mi vida, espero que tú también.

Asiento 29E

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Estaba esperando en la puerta de embarque cuando comencé a escuchar que llamaban a los pasajeros para abordar.

Cuando nos comenzaron a llamar me pareció algo gracioso el desfile de piedras y metales preciosos que comenzaron a entrar en la manga del avión. Diamantes, rubíes, platino, oro, plata etc. También me di cuenta de las expresiones en las caras de algunas de las personas que iban pasando cuando los llamaban. Muchos de ellos con una sonrisa burlona, otros arrogantes o pensando más de ellos de lo que deberían. Por favor que quede claro que dije solo algunos, no todos son así.

Esto me hacía recordar el pasaje de Santiago 2 cuando habla en  cuanto al trato preferencial de las personas dentro de esa congregación en cuanto a los ricos y a los pobres.

Santiago 2:8-9  “Si en verdad cumplís la ley real,  conforme a la Escritura:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo,  bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas,  cometéis pecado,  y quedáis convictos por la ley como transgresores”

Tristemente, hay muchos de nosotros que tenemos esa forma de categorizar a las personas. Al pensar en esto lamentablemente me acuerdo de afirmaciones que yo mismo he hecho en cuanto a mis amistades. Me da pena, pero tengo que decir que muchas veces salió de mi boca cosas tales como “yo elijo a mis amigos” ¿Quién soy yo para decir eso? Dos publicaciones antes hablé acerca de cómo Dios me recibió en su misericordia, pero muchas veces me atreví a decir que no cualquiera puede entrar en mi círculo de amigos, como si yo fuera alguien. Al comienzo hable de las categorías entre los pasajeros del avión, yo tenía el asiento 29 E, en el final del avión y en medio de dos personas un poco grandes, ¿pero sabes algo? Aun con ese asiento y teniendo que esperar hasta casi el final para que me llamaran, tengo orgullo en mi corazón y hago acepción de personas.

¡Oh cuánto me falta para ser como Jesús! Anoche enseñe en la reunión de jóvenes de mi iglesia sobre Juan 2, cuando dos discípulos de Juan lo dejan para seguir a Jesús.

Juan 1:35-39 “El siguiente día otra vez estaba Juan,  y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí,  dijo:  He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos,  y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús,  y viendo que le seguían,  les dijo: ¿Qué buscáis?  Ellos le dijeron: Rabí  (que traducido es,  Maestro),  ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved.  Fueron,  y vieron donde moraba,  y se quedaron con él aquel día;  porque era como la hora décima.”

Cuanto amor y amistad podemos ver en este pasaje. Primero a Juan apuntando a Jesús y dejando ir a sus discípulos para que sigan a Jesús, pero también vemos al Creador del universo, Rey de reyes y Señor de señores invitando a dos simples pescadores a pasar tiempo con él.

Que hermosa lección de humildad que nos da el Señor y que contraste con nosotros que muchas veces en vez de invitar a las personas a nuestro lado, las echamos porque no les gustan las mismas cosas que a nosotros, porque no son tan espirituales o tan carnales (aquellos que se sienten incómodos con los espirituales, porque les recuerda que viven mal), porque no hablan bien, porque no tienen la ropa que ellos tienen etc.

Pensemos en este pasaje, recordemos como Dios nos ha recibido y amemos a otros como Dios nos ha amado.

Deuteronomio 10:17-18  “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores,  Dios grande,  poderoso y temible,  que no hace acepción de personas,  ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda;  que ama también al extranjero dándole pan y vestido.”